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UN MUNDO MÁGICO

Por: Jaime Humberto Echeverri V. – Noviembre de 2019

Érase una vez, un mundo mágico, donde excepto una cosa, todo ocurría mágicamente, …



La vida era tranquila, cuando así se ponían de acuerdo sus habitantes para hacer coincidir todas las cosas y que la magia fuera sencilla, pero cuando no había acuerdo entre dos personas, el mundo cambiaba tan rápido que costaba un poquitico acostumbrarse a la nueva realidad; pero nada que no se pudiera arreglar con algo de magia.

No es difícil imaginar lo agradable que era vivir en este mundo mágico, donde todo ocurría mágicamente. Por ejemplo, necesitabas comprar un panecillo en el mercado y sacabas tu billetera y encontrabas justa la cantidad que costaba el único panecillo que estaba en el mostrador, y si llegaba un segundo cliente, mágicamente un segundo panecillo aparecía justo cuando era requerido y si por ejemplo llegaba un tercer cliente, ya no iba a querer comprar un panecillo porque de seguro mágicamente ya tendría uno en su bolsa del mercado o en su casa, aguardándole para que llegara a comérselo.

Quienes más se beneficiaban de este mundo mágico eran las personas desordenadas, puesto que se escuchaba con bastante frecuencia la frase: “Que bueno que aún no es fin de mes” y así tenían más tiempo para terminar sus responsabilidades y cumplir con todo lo que les fuera requerido, aun cuando era muy sencillo, que por arte de magia, los informes aparecieran en la mano justo antes de ingresar a la reunión de presentación de resultados, los cuales obviamente eran satisfactorios al 100%.

Era muy extraño escuchar alguna queja, pero dado el caso, la misma que mágicamente quedaba resuelta.

Las dificultades se presentaban cuando dos personas esperaban algo específico y que a la vez era contrario, y para no complicar la cosa, con explicaciones muy rebuscadas, piensa por ejemplo que tú quieres un 9 y tu pareja un 6, y al no haber acuerdo entre las partes, todo cambiaba mágicamente y el 6 y el 9 desaparecían de la realidad mundial (1, 2, 3, 4, 5, 7, 8, 10) terminando todos con 8 dedos, porque desaparecía el índice y el meñique de la mano izquierda para que nadie volviera a contar el 6 y el 9, y ala no haber discrepancias, mágicamente el problema quedaba resuelto; por eso nadie discutía con nadie; bueno, habían sus excepciones, pero muchas veces la cosa se resolvía cuando alguien pensaba, “ojalá esta discusión no hubiera ocurrido” y desaparecía el problema de raíz.

¿Querías mejorar tu salario? ¿Adelantar tus vacaciones? ¿Aumentar la producción? ¿Remodelar la cocina? ¿Aprender un idioma? ¿Ejercer una profesión? ¿Casarte y vivir en un paraíso? ¿Tener un solo hijo o acaso muchos y parecidos a ti? Todo era breve, pues era un mundo mágico y la magia lo resolvía todo, excepto una sola cosa…

La CRIANZA no es mágica, es decir, la Magia no servía para CRIAR hijos. A los niños había que atenderlos, abrazarlos, escucharlos, acompañarlos, asistirlos en sus requerimientos más básicos, que ensayaran y se equivocaran para que aprendieran de los errores, protegerlos, asegurarles su bienestar, alimentación, cariño y abrigo, ponerles a su disposición las oportunidades para que crecieran seguros de sí mismos y principalmente había que hacer magia para ellos, porque ellos no podían hacer magia hasta que no tuvieran la mayoría de edad; es decir, no conocían que el mundo era mágico sino hasta después de los 18 años cumplidos.


REFLEXIÓN

Que bueno que el mundo en el que vivimos no es ese mundo mágico, ya que en nuestro mundo hay que ganarse el pan con el sacrificio y alcanzar la satisfacción del trabajo bien hecho, obteniendo el éxito y soportando los fracasos.



Solo me deja consternado el hecho de que en el mundo real, pensamos ciegamente que la CRIANZA SI ES MÁGICA, en la realidad dejamos a los niños llorar hasta el cansancio, no los escuchamos, ignoramos sus preguntas y sus opiniones, los abandonamos en lugares de acopio al cuidado de extraños que terminan siendo más importantes que sus progenitores, no les permitimos el error, ni las excusas, y reprochamos fehacientemente sus faltas, pensamos que el bienestar es material y omitimos la compañía, la ternura y la comprensión, en sumo grado obstaculizamos su personalidad y sus oportunidades de ser ellos mismos y esperamos de ellos que se olviden de esa magia en la que los metimos cuando ya somos viejos y ellos nos comienzan a tratar de la misma manera; en verdad me quedo consternado al pensar en esos cuidadores que creen que los niños se crían como en un Mundo Mágico, los mandan a la escuela y les dan de comer como si fueran alcancías, esperando que un día respondan asertivamente.

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